miércoles, 19 de diciembre de 2012

"Yo moriré de pie, como los árboles." Pedro Casaldáliga








Yo moriré de pie, como los árboles:
Me matarán de pie
.
El sol, como testigo mayor,
pondrá su lacre
sobre mi cuerpo doblemente ungido,
y los ríos y el mar
se harán camino de todos mis deseos,
mientras la selva amada
sacudirá sus cúpulas de júbilo.

Pedro Casaldáliga

 

Solidaridad con el teólogo-poeta


Quito, martes, 18 de diciembre de 2012 (ALC)- En una carta enviada al teólogo y sacerdote y hecha pública estos días, el Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI) demuestra su preocupación por las noticias desde Brasil, que denuncian amenazas a su vida por la defensa de los derechos de los indios Xavante.
"Vuestra solidaridad histórica con los más pobres siempre nos ha iluminado en el compromiso ecuménico. Desde el Consejo Latinoamericano de Iglesias –CLAI – que tiene una membresía de 180 iglesias en 20 países de América Latina, sumamos nuestras voces por su valiente actitud de solidaridad con los pueblos indígenas y por cuestionamientos al modelo agro exportador, que tanto amenaza la vida de los pueblos indígenas y el medio ambiente", dice la nota que lleva la firma del Rev. Nilton Giese, secretario general del Consejo.

Lo felicitan por el premio Derechos Humanos otorgado por la Secretaria Especial de Derechos Humanos de la Presidencia de la República de Brasil esta semana. Pero subrayan que "el mejor reconocimiento que el gobierno de Brasil puede hacer a usted es tomar una acción firme en defensa de los derechos del pueblo Xavante y asegurar la protección de su vida como profeta de los pobres".

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Agencia Latinoamericana y Caribeña de Comunicación (ALC)
Edición en español: Combatientes de Malvinas 1230, 3190 La Paz, Entre Ríos, Argentina

 

domingo, 16 de diciembre de 2012

"Él se hizo uno de tantos"










En la oquedad de nuestro barro breve

el mar sin nombre de Su luz no cabe.

Ninguna lengua a Su verdad se atreve.

Nadie lo ha visto a Dios. Nadie lo sabe.

Mayor que todo dios, nuestra sed busca,

se hace menor que el libro y la utopía,

y, cuando el Templo en su esplendor Lo ofusca,

rompe, infantil, del vientre de María.

El Unigénito venido a menos

traspone la distancia en un vagido;

calla la gloria y el amor explana;

Sus manos y Sus pies de tierra llenos,

rostro de carne y sol del Escondido,

¡versión de Dios en pequeñez humana!

 

Poesía de Pedro Casaldáliga, teólogo-poeta

El cuadro que ilustra es de Leonado Da Vinci (1481)

martes, 20 de noviembre de 2012

¿Qué tiene que ver la teología con el gobierno del mundo?


 
 Uno de los filósofos que mejor responde esta pregunta es Giorgio Agamben. En muchos de sus textos, pero sobre todo en El Reino y la gloria, el pensador italiano pone de manifiesto las íntimas vinculaciones que la teología tiene con el gobierno del mundo.

En esa obra, Agamben se propone, según sus propias palabras: “demostrar que de la teología cristiana se derivan en general dos paradigmas políticos, antinómicos pero funcionalmente conectados: la teología política, que funda en el único Dios la trascendencia del poder soberano, y la teología económica, que sustituye a esta por la idea de una oikonomía, concebida como un orden inmanente –doméstico y no político en sentido estricto- tanto de la vida divina como de la humana. Del primero derivan la filosofía política y la teoría moderna de la soberanía; del segundo, la biopolítica moderna hasta el actual triunfo de la economía y el gobierno sobre todo otro aspecto de la vida social.” (p. 13).

En el desarrollo de su argumento, Agamben critica la tendencia a oponer la imagen del mundo de la ciencia moderna a la concepción teológica de un gobierno providencial. “Sin embargo –sostiene en contrario- en su estructura conceptual ellas se parecen más de lo que suele pensarse.” (p. 216). Dice que el modelo de la providencia descansa sobre leyes eternas análogas a las de la ciencia moderna. Sobre todo, hay que ver la relación entre causas primeras y causas segundas que presenta analogías entre ambos campos: la ciencia moderna y la teología. Afirma que desde David Hume a Adam Smith, se afirma una concepción que está en perfecta analogía con la teoría de la providencia pero que rompe con la primacía de las causas finales y la sustituye por un orden que se produce por el juego de efectos inmanentes. De ese modo: “El gobierno del mundo no resulta de la imposición de una ley general indefectible, sino de la correlación entre la ley general y el plano contingente de las causas segundas.” (p. 216).

Otro aspecto de la influencia de la teología en la concepción moderna del mundo se relaciona con la doctrina de la trinidad. Varias veces Agamben apela a la distinción que los teólogos han hecho entre “trinidad inmanente” (o de sustancia) y la “trinidad económica” (o de revelación). La primera se refiere a cómo es Dios en su esencia y la segunda al modo en que esa trinidad actúa redentoramente en el mundo. Concluye Agamben:

“A la trinidad inmanente le corresponden la ontología y la teología, mientras que a la trinidad económica, la praxis y la oikonomía. (…) La trinidad económica (el Gobierno) presupone la trinidad inmanente (el Reino), que la justifica y funda.” (pp. 362-363).

En síntesis: la teología, con sus conceptos sobre providencia, soberanía, economía (de salvación), trinidad y Reino, pone de manifiesto la fuerte influencia que ha ejercido en las ideas modernas del gobierno del mundo en una palabra: de la política. Por esa razón es que Agamben insta a quienes estudian teoría política moderna, que tomen en cuenta, acaso como análisis preliminar, a la teología cristiana.

 

martes, 16 de octubre de 2012

LA LITURGIA Y EL ESTADO MODERNO SEGUN AGAMBEN


 
 
 

El filósofo italiano Giorgio Agamben es una voz cada vez más fuerte en el ámbito de la filosofía política. Es uno de los pensadores actuales que más indaga sobre los vínculos entre la teología cristiana y la filosofía política. En el El Reino y la gloria, -que es un texto magnífico donde muestra la importancia de conceptos como soberanía, economía de la salvación y trinidad-  insta a estudiar teología para entender en qué consiste el Estado moderno.

Ahora, en una pequeña obra que acaba de editarse en Buenos Aires, Agamben vuelve sobre el tema. El libro se titula Teología y lenguaje, e incluye varias conferencias que ofreció en diferentes universidades de Europa. De particular importancia nos parece la conferencia titulada “La liturgia y el Estado moderno”, que el filósofo italiano pronunció en la European Graduate School en agosto de 2009.

En su introducción, dice Agamben:

“En los últimos años he enfocado mi investigación primero en el derecho y luego en la teología. ¿Por qué? La primera respuesta, que obviamente es un chiste pero todo chiste tiene un centro serio, sería porque éstos son los únicos dos campos en los que Michel Foucault no trabajó. La segunda respuesta, aparentemente más seria, pero toda seriedad tiene un centro de farsa, sería porque quise entender qué es la política. Y tuve la impresión de que en las esferas jurídica y teológica, lo que en la filosofía política se presenta en sí mismo con el arcanum imperii –el misterio del poder- se vuelve claro e incluso adquiere una suerte de transparencia. En estos dos años concentré mi investigación sobre la liturgia. Esto no debería resultar sorprendente porque la liturgia es la teología lo que la ontología o la metafísica son a la filosofía…” (Teología y lenguaje. Del poder de Dios al juego de los niños, Buenos Aires: Las Cuarenta, 2012, p. 35).

A la luz de esta breve introducción del tema, podemos afirmar que Agamben, por su  sólida formación en filosofía, teología y lingüística es, hoy por hoy, uno de los pensadores que mejor reivindica a la teología y su influencia sobre la política.

 

Alberto F. Roldán

Buenos Aires, 16 de octubre de 2012

sábado, 6 de octubre de 2012

RUDOLF BULTMANN: LA FE COMO DECISIÓN EXISTENCIAL


 



 
La figura de Rudolf Bultmann (20 de agosto de 1884- 30 de julio de 1976) ha resultado muy desdibujada y hasta vilipendiada por teólogos y teólogas que, al enfrentarse con su proyecto de “desmitologización” del Nuevo Testamento, salen espantados. En rigor, si uno lee y analiza con cierta profundidad los textos de Bultmann, se dará cuenta que el verdadero tema del teólogo luterano es la fe.

Bultmann, influido por el filósofo Martín Heidegger (26 de setiembre de 1889-26 de mayo de 1976),  encara el gran proyecto de reconstruir la teología del Nuevo Testamento a partir de las categorías existenciales (o mejor, “existenciarias”) elaboradas por Heidegger. Este brillante filósofo alemán, había sido discípulo de Edmond Husserl, inclusive Heidegger dedica su obra magna, Ser y tiempo a su maestro. Fue Husserl quien lo introdujo en la teología protestante. El aprecio que Heidegger manifiesta hacia Bultmann es tan notorio y elocuente, que en una carta fechada en Marburgo el 13 de junio de 1924 y dirigida a Karl Jaspers, dice: “Afuera es magnífico; en la universidad no ocurre nada, ningún estímulo. El único ser humano es el teólogo Bultmann, con quien me encuentro cada semana” (Philippe  Capelle-Dumont, Filosofía y teología en el pensamiento de Martín Heidegger, Buenos Aires: FCE, 2012, p. 230).

Es a partir de este diálogo con Heidegger, que Bulmann encara su gran proyecto de elaborar una teología que tenga a la fe y la existencia cristiana como sus núcleos centrales. Toda la obra de Bultmann, entre la que cabe mencionar: Teología del Nuevo Testamento, Creer y comprender I y II, Nuevo Testamento y mitología, Kerigma y Mito, está signada por la búsqueda de la fe y del modo en que el lector moderno del Evangelio puede ser confrontado con el verdadero escándalo. Porque para Bultmann, el marco precientífico en que está forjado el Nuevo Testamento resulta un “falso escándalo” para el hombre moderno. De ese falso escándalo, que Bultmann procura deconstruir a través de la “desmitologización”, el ser humano debe ser confrontado con el verdadero escándalo: la cruz de Cristo.

Pese a todo el reconocimiento del aporte que el existencialismo hace a la fe, Bultmann es claro en su pronunciamiento: la filosofía existencial todavía da alguna esperanza de salida al ser humano. El Evangelio no. Dice sin ambages: “el Nuevo Testamento dice que sin ese acto salvador de Dios nuestra situación es desesperada.”  

La fe es, para Bultmann es exigencia, decisión y existencia escatológica.  

¿Dónde radican entonces los acuerdos y las diferencias entre Heidegger y Bultmann? No es posible responder cabalmente en este breve espacio de difusión del que disponemos. Ofrecemos una respuesta breve y provisoria a partir de dos citas:

“Evidentemente, la filosofía y la teología entran en competencia, puesto que ambas se ocupan científicamente de la existencia. Porque, dígase lo que se quiera sobre el contenido de la dogmática, en todo caso forma parte de su temática la existencia creyente.” (Bultmann, Creer y comprender, II, Madrid: Stvdivm, 1974, pp. 263-264).

“Bultmann ‘pone de manifiesto’ de algún modo en teología la atención filosófica de Heidegger a la experiencia facticial y su carácter histórico, pero ello, aún más y mejor que el modelo a partir del cual Heideger se pregunta por la vida facticial, y esto es, se ha señalado, la experiencia cristiana..” (Philippe Capelle-Dumont, op. Cit., p. 233).

Estos breves apuntes son ofrecidos como “botones de muestra”  de un trabajo de mayor envergadura que estoy acometiendo en estos días y que procura indagar en el significado de la fe para Bultmann y los vínculos que su pensamiento tiene con la filosofía de Heidegger.

 
Alberto F. Roldán

Ramos Mejía, 6 de octubre de 2012

 

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Teología y mundo
















“Ninguna teología puede ser útil si se elabora de espaldas a lo que está sucediendo en el mundo.” Alberto F. Roldán

Esta sentencia no surge en el vacío. Es fruto de muchas lecturas, entre otras, de Paul Tillich, quien escribió:

“El filósofo, como el teólogo, ‘existe’, y no puede desasirse del carácter concreto de su existencia ni de su teología implícita.”

Y también:

“… la teología sistemática es una ‘teología que responde’: debe responderé a las cuestiones implícitas en la situación humana general y en la situación histórica particular.”

 

La ilustración de esta página, me fue enviada por mi amiga Laura Abate, teóloga y artista plástica.






viernes, 7 de septiembre de 2012

Líbrame Señor - Salmo 7


 
 

Líbrame Señor

De la S. S de la N.K.V.D. de la F.B.I. de la G.N.

Líbrame de sus consejos de Guerra

de la rabia de sus jueces y sus guardias.

Tú eres quien juzga a las grandes potencias

Tú eres el juez que juzga a los Ministros de Justicia

y a las Cortes Supremas de Justicia.

Defiéndeme Señor del proceso falso!

Defiende a los exiliados y a los deportados

a los acusados de espionaje y de sabotaje

condenados a trabajos forzados.

Las armas del Señor son más terribles

que las armas nucleares!

Los que purgan a otros serán a su vez purgados.

Pero yo te cantaré a ti porque eres justo

te cantaré en mis salmos

en mis poemas.

 
Ernesto Cardenal, poeta nicaragüense, Salmos, Buenos Aires: Lohlé, 1969, p. 15

martes, 4 de septiembre de 2012

A favor del Estado laico - Alberto F. Roldán





El debate sobre el matrimonio igualitario que finalmente tuvo sanción legal en la Argentina, suscitó en su momento las más enconadas polémicas en el ámbito de algunas iglesias evangélicas. En un artículo fuertemente crítico de esa iniciativa, el pastor Jorge Himitian elaboró una encendida argumentación en la cual negaba la existencia del carácter laico del Estado. En estos días de setiembre de 2012 en que se discute en ambas cámaras del Congreso Nacional la reforma del Código Civil, es oportuno volver a reflexionar sobre la importancia de apostar por un Estado laico.  Entre las polémicas que había suscitado el tema del matrimonio igualitario, el pastor Jorge Himitian expresaba lo siguiente:  

El “Estado laico” no existe. No se puede vivir en sociedad a partir de la nada. A partir de un total vacío teológico o ideológico. Ese pretendido "Estado Laico”, es una falacia, una irrealidad. Pues siempre subyace una idea (ideología), o una creencia (teología), a partir de las que se establecen los criterios o parámetros válidos para la convivencia social.[1]

 

Al confrontarnos con un texto de cualquier naturaleza, el “círculo hermenéutico” elaborado por Martín Heidegger en el campo filosófico y enriquecido luego por la teología cristiana (Rudolf Bultmann, Gerhard Ebeling, Juan Luis Segundo, entre otros) implica que es necesario aplicar la “sospecha”. Una sospecha que simplemente puede ser formulada en la sencilla pregunta: “¿será así?” Una sospecha que, para el caso que nos ocupa, es de naturaleza ideológica, filosófica y teológica. Vamos al punto.

Negar la existencia misma del “Estado laico” es ignorar la realidad del Estado moderno como tal. Si algo caracteriza al Estado en la modernidad es la superación de los Estados confesionales de la Edad Media, ampliamente dominados por las iglesias, sus confesiones y sus dogmas. Un Estado confesional persigue a las personas por sus creencias y no admite disensos ni pluralismo. La laicidad del Estado es un fruto que germinó en Europa. Como explica Silvio Ferrari:

Se trata de un momento fundamental en la historia de Europa, porque señala el alejamiento del centro de gravedad del derecho de Dios al hombre, iniciando el proceso de secularización de los ordenamientos jurídicos, y del centro de gravedad de la esfera pública a la privada […][2]

 

Durante la Edad Media la Iglesia católica ejerció un enorme y comprehensivo dominio sobre todas las esferas: la religión, la filosofía, la cultura, las ciencias, las artes, la política y la economía de modo que, como dice Marramao: “la existencia de la Iglesia, entendida como gobierno de Cristo sobre la tierra, dominaba la esfera mundana.”[3] Este filósofo italiano, que se ha ocupado de analizar profundamente el tema de la secularización en Occidente, admite al interpretar a Hegel, que fue la Reforma protestante la que abrió el acceso a una dimensión nueva, profundamente moderna que afirma la libertad. La separación de la Iglesia y el Estado tiene su germen en la Reforma protestante pero implicará un largo desarrollo del pensamiento de filósofos como John Locke, Thomas Hobbes y Jean-Jacques Rousseau entre otros. Por eso no se entiende bien cómo al mismo tiempo que niega la existencia del Estado laico, Himitian suscriba a ese principio cuando dice: “reconocemos y aprobamos la separación saludable entre la Iglesia y el Estado […]”[4] Porque si no se reconoce la existencia del Estado laico o secular, separado de la institución religiosa, prescindente en materias de fe pero respetuoso de las creencias de sus ciudadanos, mal se puede suscribir luego al postulado de la separación de esas esferas. De paso, sospechamos que ese postulado, tan repetido por los evangélicos es, a veces, muy mal comprendido.

            Por otra parte, el reconocimiento de la laicidad del Estado no significa que esa realidad exista independientemente de contenidos ideológicos y aún teológicos. Por supuesto que la concepción misma de un Estado laico implica un largo desarrollo de ideas y de sistemas políticos que permitan la vida armónica de los ciudadanos. Nadie pretende decir que un Estado laico no tiene ideas que lo sustentan como tal y a partir de las cuales se establecen normas de convivencia. La laicidad del Estado tiene como finalidad separar las esferas política y religiosa cuya simbiosis produjo tanto daño a las sociedades antiguas y medievales provocando guerras religiosas –una verdadera contradicción en términos– persecuciones, ostracismos y condenaciones. Nos guste o no, vivimos hoy en sociedades caracterizadas por el pluralismo y que, como tales, se resisten a la uniformidad que una mayoría quisiera imponer. Si se trata de argumentar que la mayoría de los ciudadanos argentinos son teístas, eso no significa que el Estado deba serlo para imponer credos religiosos o convicciones que, al ser forzadas, dejan de tener ese carácter. El sesgo laico del Estado moderno es, como dice Habermas[5] una condición necesaria para garantizar la libertad religiosa en un marco de pluralismo y respeto de mayorías hacia minorías y viceversa. Pero, a su vez, significa la neutralidad del Estado en asuntos de conciencia o de fe religiosa. Entendemos que el carácter secular del Estado no implica que sea ni ateo, ni agnóstico ni creyente, porque su responsabilidad no es de naturaleza religiosa sino política. Le está asignado un carácter prescindente en materia religiosa. Lo que sí debe garantizar es la libertad personal, de conciencia y de religión para todos los ciudadanos. En la raíz de esta concepción está la Reforma protestante como punto de partida y una historia posterior, sobre todo en el siglo XVII, conducente a una secularización que, para algunos filósofos y teólogos[6] es el espacio al que nos conduce el cristianismo ya que la “primera secularización” se produjo cuando “el Verbo se hizo carne”. En palabras de Vattimo: “la encarnación de Jesús […] es, en sí misma, ante todo, un hecho arquetípico de secularización.”[7]

            A modo de conclusión: negar la existencia del Estado laico no sólo es desconocer una realidad histórica –que para algunos creyentes resulta incómoda– sino que implica derivar en un único camino alternativo: el Estado confesional. La historia de Occidente es pródiga en cuanto a lo que éste modelo ha significado en términos de condenación, persecución, ostracismo y muerte. O Estado laico o Estado confesional. Apostar por el Estado laico significa separarlo de la Iglesia entendida como institución religiosa. Y eso significa que cualquier otro organismo religioso debe gozar tanto de la libertad para celebrar su culto como también de generar sus propios recursos económicos para su funcionamiento. Si la reforma del Código Civil tiende, como se espera, a una mayor igualdad, entonces nada mejor que superar las desigualdades que hasta hoy se han verificado en nuestra historia. No hay libertad sin plena igualdad.   

 

NOTAS:

[1] Jorge Himitian, “No existe el ‘Estado laico’”. www.enmision.com.ar  Accedido el 26 de mayo de 2010

2 Silvio Ferrari, “Religión y laicidad” en Roberto Bosca – José E. Miguens (compiladores), Política y religión. Historia de una incomprensión mutua, Buenos Aires: Lumiere, 2007, pp. 130-131

3 Giacomo Marramao, Cielo y tierra. Genealogía de la secularización, Barcelona: Paidós Ibérica, 1998, p. 32.

4 Himitian, op. cit.



 
 
 
 
 
 
[5] Jürgen Habermas, Entre naturismo y religión, Barcelona: Paidós, 2006, p. 127.
[6] Pensamos en los trabajos de Giacomo Marramao: Cielo y tierra y Poder y secularización, Johann Baptist Metz: Teología del mundo, Dios y tiempo, y Harvie Cox, La ciudad secular, entre otros.
[7] Gianni Vattimo, Después de la cristiandad, Buenos Aires: Paidós, 2004, p. 85. Es oportuno señalar el error de identificar “secularización” con “secularismo”. Este último es un extremo del fenómeno que implica la invasión de la secularización al campo de la fe y la religión.
El autor es doctor en teología y master en ciencias sociales. www.teologos.com.ar
El presente artículo fue publicado originalmente en mayo de 2010 bajo el título: “¿Estado laico o Estado confesional”.  Se ofrece ahora, ligeramente modificado en su introducción y conclusión.  
Ramos Mejía,  4 de setiembre de 2012.

lunes, 3 de septiembre de 2012

El Reino de los cielos y el reino de este mundo según Alejo Carpentier



 
 
 
Alejo Carpentier nació en La Habana, Cuba, en 1904. Hijo de padre francés y madre rusa, es considerado uno de los escritores más importantes del llamado boom latinoamericano. Dueño de una gran formación cultural, con estudios de arquitectura, periodismo y música, obtuvo el Permio Miguel de Cervantes de la Real Academia de la Lengua Española. Vivió mucho tiempo en París, ciudad donde falleció en 1980.

De sus muchas obras, rescatamos El reino de este mundo, donde expone, de modo narrativo, el drama americano, con Haití como escenario. En el prólogo de ese libro, Carpentier acuña lo que después va a ser recogido por otros escritores: “lo real maravilloso.” Sentencia Carpentier: “¿Pero qué es la historia de América toda sino una crónica de lo real maravilloso?”

Pero en el final de su obra, es cuando Carpentier va a contrastar el Reino de los cielos del reino de este mundo. Dice:

“En el Reino de los Cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite. Por ello, agobiado de penas y de Tareas, hermoso dentro de su miseria,. Capaz de amar en medio de las plagas, el hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este Mundo.” (Alejo Carpentier, Concierto barroco y el Reino de este mundo, Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello, 1997, pp. 215-216).

 

 

miércoles, 25 de julio de 2012

EL REINO VINIENDO ESTÁ





Sus piernas nunca caminan,
siempre sueñan con andar,
treinta y ocho son los años
fatiga tanto esperar.

Nadie me lleva al estanque
cuando el agua corre y va;
la vida tiene sorpresas:
Jesús ya está por pasar.

El Reino está viniendo,
deja a la lluvia mojar,
cascada de pura gracia,
nuevo, nueva nos hará.

Los judíos lo persiguen;
hoy no se puede curar,
pero Dios no tiene días,
todo su tiempo es amar.

Corre agua por sus venas,
por su cuerpo ríos van,
desemboca entre sus manos
el más puro manantial.

El Reino está viniendo...

Juan Damián

De: Crearte.
Música y arte litúrgico en Red.

lunes, 2 de julio de 2012

Un vacío en la teología latinoamericana


La pérdida de José Míguez Bonino deja una laguna en la teología latinoamericana

Antonio Carlos Ribeiro


Río de Janeiro, lunes,  2 de julio de 2012 (ALC) –

 La muerte del teólogo metodista argentino José Míguez Bonino, a los 88 años, el sábado 30 de junio, deja un sentido vacío en la teología latino-americana, de modo especial en la teología evangélica, ecuménica y en la reflexión sobre el amor preferencial de Dios por los pobres.

Bonino, como recuerda la nota de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata (IERP), fue pastor metodista, teólogo de la Liberación – con artículos y libros publicados, entre los cuales se destaca ‘Rostros del Protestantismo Latino-Americano’ – profesor emérito del Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos (ISEDET).Deja significativa contribución a la tradición de las iglesias evangélicas del continente.



Bonino tenía una lectura abarcativa de la realidad latino-americana, substituía discriminaciones de cualquier naturaleza por un diálogo franco – algunas veces duros, como con Moltmann–, mas siempre propositivo, a partir de principios y siempre con muchas preguntas. Él deja la marca de teólogo serio, que integraba elementos conceptuales aparentemente contradictorios, pero los superaba con el esfuerzo de estudioso, inquieto y sin huir de las grandes cuestiones.



Defendía la teología como discurso legítimo, audaz, con preguntas y respuestas a su tiempo para las iglesias, y a todos que postulaban diálogos claros, con las respuestas obtenidas y las aún por perseguir. De él se aprendió que “toda teología que merece el nombre de tal parte de la realidad y a ella retorna”. La comunidad ecuménica queda huérfana de ese pensador y decano de los Teólogos Evangélicos Latinoamericanos.

domingo, 1 de julio de 2012

José Míguez Bonino y los derechos humanos




Otro de los rasgos destacables de la personalidad de José Míguez Bonino fue su decidida participación a favor de los derechos humanos conculcados por la dictadura militar de los años 1970. Rescatamos su propio testimonio:

“en los años ´70 no había tiempo para dudas. Los “derechos humanos”, en términos directos, la defensa de la vida humana, fue vista por muchos cristianos como el inexcusable reclamo de amor. Por diferentes razones me había decidido a embarcarme ya antes del golpe militar de 1976, junto con otras personas del mundo religioso, mayormente judíos y cristianos, de la vida política, cultural y sindical, para crear la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, para defender y sostener la vida amenazada de nuestro pueblo. A diferencia de la típica “neutralidad” con la que otras organizaciones procuraron evitar los conflictos internos, algunos de nosotros insistiríamos en que, en la situación en la cual todos estábamos expuestos, poniendo nuestras vidas en juego, todos necesitábamos “confesar” y compartir las convicciones más profundas que nos llevaban a estar allí. Como Declaración oficial para organizar nuestro trabajo estaba la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Constitución Nacional. Pero abierta y respetuosamente también expresábamos nuestras motivaciones personales. En una noche particularmente crítica, cuado íbamos dejando el edificio, no pude evitar decirle a un amigo, militante comunista: “Buenas noches, don Jaime, que Dios lo bendiga.” Me miró algo confundido y luego, serio y visiblemente conmovido, me dijo “Sí, José, que Dios nos bendiga.” ¡Sí, y siguió siendo un militante comunista! Hay muchas historias como estas en esos años…” (José Míguez Bonino, “Notas autobiográficas de un recorrido pastoral y teológico” en El silbo ecuménico del Espíritu. Homenaje a José Míguez Bonino en sus 80 años, Buenos Aires: Isedet, 2004, p. 433).



Alberto F. Roldán, Ramos Mejía, 1 de julio de 2012

sábado, 30 de junio de 2012

José Míguez Bonino: cristiano cabal y comprometido






Hoy, 30 de junio de 2012 , nos ha dejado el maestro José Míguez Bonino.  En mi humilde opinión, ha sido el más importante teólogo protestante latinoamericano del siglo XX y comienzos del presente. No es este el momento adecuado para intentar demostrar tan arriesgada opinión, pero podría ensayar algunas razones:  su extensa obra publicada, las generaciones de jóvenes teólogos y teólogas que fueron  influidas por su agudo pensamiento, ser un referente para el  mundo ecuménico, incluyendo la Iglesia Católica Apostólica Romana ya que, por ejemplo, fue observador protestante latinoamericano del Concilio Vaticano II. Pero hay, además, virtudes humanas y cristianas que lo caracterizaron siempre: humildad, amor, espíritu de servicio y una coherencia entre su pensamiento y su acción.

Se me agolpan imágenes en la mente. Mi primer contacto con sus textos ocurrió en la década de los años 1960, cuando mi tío Raúl, que tenía una librería cristiana en calle Corrientes, Buenos Aires, me daba a leer el libro LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DEL CRISTIANO, que incluía un capítulo de José titulado: “Fundamentos teológicos de la responsabilidad social del cristiano”. Era un libro del naciente movimiento ISAL, Iglesia y Sociedad en América Latina. Confieso que ese libro me traía la “teología celestial” a la tierra. Había otra manera de pensar la fe, situada en las realidades terrenas, humanas y temporales.

Después tuve el privilegio de continuar estudios teológicos en Guatemala y allí entré más profundamente en el pensamiento de José por medio de su gran libro: LA FE EN BUSCA DE EFICACIA. Corría el año 1978, pleno auge de la teología de la liberación y su obra me impactó, me ayudó a entender esta nueva teología y, sobre todo, admirar su nivel de reflexión en el capítulo “Hermenéutica, verdad y praxis.”

Recuerdo que cuando volví de Guatemala con mi familia, pude conocer a José en un  encuentro de Asit y le dije: “Yo tuve que ir a Guatemala a leer sus libros”. ¡Claro!  Porque en algunos ambientes, su nombre no era bien aceptado.

El tiempo transcurrió , y el Señor me permitió el privilegio enorme de ser su discípulo, sobre todo para la elaboración de mi tesis doctoral sobre la ética social de los Hermanos Libres en la Argentina, tema que le apasionaba porque, creo, su esposa era de ese origen.

Recuerdo nítidamente las veces que dialogábamos sobre el tema tanto en su casa como en la mía, ya que José tuvo la disposición de visitarme muchas mañanas primaverales para “teologizar” café de por medio.

De sus obras, de su pensamiento y de lo que influyó en mi vida podría, acaso, escribir un libro. Fue José quien me introdujo en la teología de Barth y el compromiso de fe y de acción de Bonhoeffer. Fue José, como escribí dedicándole la primera edición de ¿Para qué sirve la teología?   -que tuvo la gentileza de prologar:- que “me enseñó que la teología es un pensamiento situado.”  Fue José quien más influyó en mi peregrinaje del “eclesiocentrismo teológico” a una teología del Reino. Fue él quien advirtió que “bautizar como cristianas a las utopías concretas que emergen en la búsqueda humana no sólo es ignorar la novedad cualitativa de la consumación de Dios sino también sacralizar –y mucho más serio aún- clericalizar- los proyectos humanos.” (Toward a Christian Political Ethics, p. 92.

José Míguez Bonino. Un cristiano cabal. Un cristiano comprometido. Un hombre transparente.

¡Eterna gratitud maestro José!



Alberto F. Roldán

Ramos Mejía, 30 de junio de 2012

José Míguez Bonino: cristiano cabal y comprometido






Hoy, 30 de junio de 2012 , nos ha dejado el maestro José Míguez Bonino.  En mi humilde opinión, ha sido el más importante teólogo protestante latinoamericano del siglo XX y comienzos del presente. No es este el momento adecuado para intentar demostrar tan arriesgada opinión, pero podría ensayar algunas razones:  su extensa obra publicada, las generaciones de jóvenes teólogos y teólogas que fueron  influidas por su agudo pensamiento, ser un referente para el  mundo ecuménico, incluyendo la Iglesia Católica Apostólica Romana ya que, por ejemplo, fue observador protestante latinoamericano del Concilio Vaticano II. Pero hay, además, virtudes humanas y cristianas que lo caracterizaron siempre: humildad, amor, espíritu de servicio y una coherencia entre su pensamiento y su acción.

Se me agolpan imágenes en la mente. Mi primer contacto con sus textos ocurrió en la década de los años 1960, cuando mi tío Raúl, que tenía una librería cristiana en calle Corrientes, Buenos Aires, me daba a leer el libro LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DEL CRISTIANO, que incluía un capítulo de José titulado: “Fundamentos teológicos de la responsabilidad social del cristiano”. Era un libro del naciente movimiento ISAL, Iglesia y Sociedad en América Latina. Confieso que ese libro me traía la “teología celestial” a la tierra. Había otra manera de pensar la fe, situada en las realidades terrenas, humanas y temporales.

Después tuve el privilegio de continuar estudios teológicos en Guatemala y allí entré más profundamente en el pensamiento de José por medio de su gran libro: LA FE EN BUSCA DE EFICACIA. Corría el año 1978, pleno auge de la teología de la liberación y su obra me impactó, me ayudó a entender esta nueva teología y, sobre todo, admirar su nivel de reflexión en el capítulo “Hermenéutica, verdad y praxis.”

Recuerdo que cuando volví de Guatemala con mi familia, pude conocer a José en un  encuentro de Asit y le dije: “Yo tuve que ir a Guatemala a leer sus libros”. ¡Claro!  Porque en algunos ambientes, su nombre no era bien aceptado.

El tiempo transcurrió , y el Señor me permitió el privilegio enorme de ser su discípulo, sobre todo para la elaboración de mi tesis doctoral sobre la ética social de los Hermanos Libres en la Argentina, tema que le apasionaba porque, creo, su esposa era de ese origen.

Recuerdo nítidamente las veces que dialogábamos sobre el tema tanto en su casa como en la mía, ya que José tuvo la disposición de visitarme muchas mañanas primaverales para “teologizar” café de por medio.

De sus obras, de su pensamiento y de lo que influyó en mi vida podría, acaso, escribir un libro. Fue José quien me introdujo en la teología de Barth y el compromiso de fe y de acción de Bonhoeffer. Fue José, como escribí dedicándole la primera edición de ¿Para qué sirve la teología?   -que tuvo la gentileza de prologar:- que “me enseñó que la teología es un pensamiento situado.”  Fue José quien más influyó en mi peregrinaje del “eclesiocentrismo teológico” a una teología del Reino. Fue él quien advirtió que “bautizar como cristianas a las utopías concretas que emergen en la búsqueda humana no sólo es ignorar la novedad cualitativa de la consumación de Dios sino también sacralizar –y mucho más serio aún- clericalizar- los proyectos humanos.” (Toward a Christian Political Ethics, p. 92.

José Míguez Bonino. Un cristiano cabal. Un cristiano comprometido. Un hombre transparente.

¡Eterna gratitud maestro José!

Alberto F. Roldán

Ramos Mejía, 30 de junio de 2012

Mundo Faulkner: entrada sin salida

El 6 de julio próximo se cumplen 50 años de la muerte de William Faulkner. El gran escritor estadounidense que recibió el premio Nobel de literatura en 1949 y que marcó un estilo de narración tan ponderado por Jorge Luis Borges al punto de considerarlo el más grande narrador del siglo XX. Faulkner fue el artífice de un estilo de narración que influyó, decididamente, en nuestros autores latinoamericanos como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y, sobre todo, Juan Carlos Onetti, el uruguayo que sin ambages, en ocasiones directamente copia al maestro americano. En una enjundiosa nota del día de hoy aparecida en la revista Ñ, Márgara Averbach dice: “Yo entré al mundo Faulkner a los catorce años. Apenas di un paso en ese universo, sentí que jamás podría abandonarlo. Las historias de pueblo chico, la voz barroca, envolvente; los personajes inolvidables, los hechos que rigen todo y jamás se dicen, todo me atrapó de tal manera que seis meses después, me prohibí la lectura durante un año: me había dado cuenta de que esa escritura se había colado en la mía y la dominaba.” Entrar en el mundo Faulkner es ser atrapado por una narración de hechos que suceden en tiempos diferentes y en lugares ficticios como Yoknapatawpha, lugar del cual, no sin humor, Faulkner se declara su “único dueño y propietario”. Entrar en ese mundo es situarse en la maraña interminable de adjetivos que rodean al sustantivo y cuya descripción se torna infinita. Coincido con Averbach cuando al final de su texto se pregunta si tiene sentido no poder salir del mundo faulkneriano: “una vez que se entra en Yoknapatawpha es muy difícil encontrar la salida. Y por otra parte, ¿para qué buscarla si en el fondo uno no quiere irse, si todavía queda demasiado por explorar?”

martes, 26 de junio de 2012

FAIE : a favor de la igualdad y contra la discriminación

Por la igualdad, la ampliación de derechos y contra la discriminación Sobre la Reforma al Código Civil y su significación en el ámbito religioso. Al presentar el proyecto de Reforma al Código Civil y Comercial (RCCC), la Presidenta de la Nación, Dra Cristina Fernández de Kirchner destacó la intención de asegurar la igualdad a todos los habitantes de la Nación, enfatizando: “…el sesgo de la libertad e igualdad que es lo que campea en toda nuestra Constitución …asegurar la libertad y la dignidad de las personas para elegir su forma de vida”. La ampliación de derechos y la lucha contra toda forma de discriminación, son los principios que motivan esta reforma. Como instituciones religiosas y organizaciones civiles claramente comprometidos con la libertad e igualdad, celebramos el camino emprendido, tal como lo hemos expresado al apoyar cada lucha contra la discriminación racial, de género, étnica o los prejuicios sufridos por los pueblos originarios. El establecimiento de diferencias, y menos aun de privilegios, basados en filiación religiosa o creencias, son contrarios tanto a la fe que profesamos como a los principios filosóficos y jurídicos que animan esta reforma legislativa. Consideramos que para avanzar hacia la libertad e igualdad, pilares fundamentales para un Estado Constitucional, Social, Democrático y de Derecho, el presente proyecto de RCCC debe incluir el reconocimiento a la diversidad de las expresiones y comunidades de la fe que alberga nuestro pueblo, a su especificidad y funcionamiento. En esta materia subsisten instituciones discriminatorias creadas por gobiernos de facto, como la Ley de Registro de Cultos (ley 21.745), establecida por la última dictadura cívico-militar, cuya derogación reclamamos. Por otro lado durante el gobierno de Juan Carlos Onganía se introdujo el reconocimiento de la Iglesia Católica como persona pública -que se prolonga en el actual proyecto. Ello genera desigualdad frente a las demás confesiones, credos y creencias, tanto a nivel institucional, como de sus ministros y de sus creyentes, perjudicando a la cuarta parte del pueblo argentino que abraza otras creencias o ninguna1. Coincidimos con nuestra Presidenta Cristina Fernández de Kirchner cuando afirmó que necesitamos “tener instrumentos que les sirvan a todos los hombres y a todas las mujeres cualquiera sea el Dios al que le rece o aún cuando no tenga ningún dios para quien hacerlo.” Si la RCCC busca superar institutos desactualizados, desigualdades injustificables y restricciones a la plena libertad de los ciudadanos, esta es una buena oportunidad para corregir también este asunto. Si la Iglesia Católica deja de ser una persona pública, y debe acogerse a las mismas obligaciones y derechos de las otras entidades religiosas, quedará en evidencia la arbitrariedad que significa imponer a las instituciones religiosas las pautas y criterios que rigen a las asociaciones civiles creadas para otros fines. Sostenemos que deberá buscarse una legislación consensuada adecuada a las funciones y responsabilidades propias de lo religioso. Y ello redundará en beneficio de todas las personas y credos por igual. Nos inspira un espíritu ecuménico y de diálogo que propicia la igualdad de las condiciones de todos los participantes. Las asimetrías jurídicas, los privilegios consentidos por el estado y las diferencias legales afectan claramente la posibilidad de un diálogo que asegure a todos los participantes una plena libertad frente a si mismos, frente a los demás y frente al estado que, imparcialmente, debe contenernos a todos por igual. Federación Argentina de Iglesia Evangélicas 25 de Junio de 2012 1 Datos de la PRIMERA ENCUESTA SOBRE CREENCIAS Y ACTITUDES RELIGIOSAS EN ARGENTINA, accesible en http://www.culto.gov.ar/encuestareligion.pdf

martes, 5 de junio de 2012

Un homenaje al maestro Onetti

Estuvo, como se ha dicho, dos semanas después en el atrio, al final de la misa, ofreciendo con un gesto tímido el ramo de primeras violetas que sostenía contra el pecho; estuvo allí, en el mediodía de un domingo, segregando, sin defenderse, el ridículo, rígido y tranquilo, engordando sin prisa en el interior del abrigo oscuro y entallado, indiferente, sol, abandonándose como una estatua a las miradas, a la intemperie, a los pájaros, a las palabras despectivas que nunca le repetirían en la cara. Esto fue en junio, por San Juan, cuando la hija de Petrus, Angélica Inés, estuvo viviendo unos días en Santa Marta, en cada de unos parientes, cerca de la Colonia. Juan Carlos Onetti, EL ASTILLERO, “La glorieta”, cap. I. Del llamado boom latinoamericano, el uruguayo Juan Carlos Onetti es, quizás, el menos frecuentado. Todos asocian ese boom a los nombres de Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes. Sólo quienes se dedican al oficio de la narrativa latinoamericana saben quien fue Onetti y admiran su obra. Todos ellos, han admitido la fuerte influencia del escritor americano William Faulkner, de quien Jorge L. Borges decía: “Es verosímil la afirmación de que William Faulkner es el primer novelista de nuestro tiempo.” Entre las características “copiadas” de Faulkner por los escritores latinoamericano se destacan la invención de un lugar inexistente geográficamente. Para Faulkner, “Yoknapatawpha”, para García Márquez, “Macondo”, para Onetti “Santa María”. Y, la segunda característica, es que tanto Faulkner como los latinoamericanos escriben desde un lugar de derrota y división: una tierra dividida. Con nuestra pasión intacta por reivindicar a los ignorados de la historia, en este caso literaria, ¡honor al gran maestro uruguayo! Alberto F. Roldán Ramos Mejía, 5 de junio de 2012

martes, 15 de mayo de 2012

"La muerte nos desafía a pensar." Carlos Fuentes

Hoy, 15 de mayo de 2012, ha fallecido Carlos Fuentes. El gran escritor mexicano había nacido en Panamá pero adoptó la ciudadanía mexicana, pues era hijo de un diplomático de ese país, circunstancia que lo llevó a vivir en ciudades como Montevideo, Santiago de Chile y Buenos Aires. Desde muy niño cultivó su afición por las letras ya que, según cuenta en una entrevista, a los siete años, en Washington, escribía una revista con noticias y dibujos a lápiz que hacía circular entre varios apartamentos del edificio donde vivía con su familia. Su influencia estilística debe en gran parte a William Faulkner, de quien Borges decía que era el más importante novelista del siglo XX. Casi no hay novela donde no se refleje esa influencia que, dicho sea de paso, marcó el estilo de muchos novelistas latinoamericanos. Sólo por citar algunos: Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y, sobre todo, Juan Carlos Onetti. Veamos un párrafo que muestra esa influencia: “Franz metió el freno de mano y bajó del auto. El viejo se quitó el sombrero deshebrado – un sombrero de copa chata y alas planas, que alguna vez debió ser blanco y ahora estaba lleno de rayas amarillas y negras- y lo detuvo, con las dos manos sobre el vientre. Franz había dejado el motor encedido y el auto temblaba, tosía, y desde adentro tú viste a Franz dirigirse al viejo y Javier e Isabel también, pero no lo escucharon porque el motor temblaba y Franz llegó hasta el viejo.” (Cambio de piel, Buenos Aires: Suma de letras, 2001, p. 189). ¿Qué pensaba Carlos Fuentes sobre la vida, la muerte y Jesucristo? En una entrevista reconoce la influencia del protestantismo y, sobre todo, el calvinismo. Cuando se le pregunta cuál es su método para escribir, dice: “Tengo un defecto puritano y calvinista, porque soy un mexicano criado en los Estados Unidos, en regiones muy protestantes donde el sentido del deber es el del pecado. Si no trabaja uno todos los días, se va al infierno. Yo no puedo estar tranquilo en una hamaca bajo un cocotero. Tengo que cumplir con mi deber. Tengo que escribir. Entonces lo hago todos los días, entre siete y uno, y ya estoy tranquilo con mi conciencia protestante.” (Jorge F. Hernández, Carlos Fuentes: territorios del tiempo, México: FCE, 1999, pp. 171-172). En un libro de confesiones titulado En esto creo, Fuentes rescata la figura de Jesucristo. Para él, lo importante radica en que siendo Jesús un personaje que nace en la oscuridad y el anonimato, sin embargo llega a ser un símbolo universal de salvación. Explica: “… ni los Evangelios, ni San Pablo, ni la mismísima Iglesia cristiana, puede arrebatarle a Jesús su condición de hombre humilde, desprovisto de poder, desnudo de lujos, que gracias a su humildad y pobreza, se convierte en el más poderoso símbolo de la salvación humana.” (Carlos Fuentes, En esto creo, Buenos Aires: Planeta, 2002, p. 150). Hoy, la muerte llegó para Carlos Fuentes. El gran escritor y ensayista mexicano que también reflexionaba sobre esa realidad humana inexorable, decía al respecto: “La muerte se ríe de nosotros. Nos desafía a pensar, no en la muerte del otro, sino en la propia desaparición. Nos reta a creer que la memoria de los que sobreviven será nuestra única vida más allá de la muerte.” (Ibid, p. 186). Y es así. Porque, aunque la muerte llegó a Carlos Fuentes a pocos días de haber participado en la Feria del Libro de Buenos Aires y le acaeció en un Hospital de México, su persona sobrevive entre nosotros a través de narraciones insuperables como: La región más transparente, La muerte de Artemio Cruz, Cambio de piel, Terra nostra, Zona sagrada, Aura y Gringo Viejo. Desde su magnífica obra, Carlos Fuentes sigue entre nosotros y nos desafía a pensar nuestra realidad latinoamericana. Alberto F. Roldán