sábado, 30 de junio de 2012

José Míguez Bonino: cristiano cabal y comprometido






Hoy, 30 de junio de 2012 , nos ha dejado el maestro José Míguez Bonino.  En mi humilde opinión, ha sido el más importante teólogo protestante latinoamericano del siglo XX y comienzos del presente. No es este el momento adecuado para intentar demostrar tan arriesgada opinión, pero podría ensayar algunas razones:  su extensa obra publicada, las generaciones de jóvenes teólogos y teólogas que fueron  influidas por su agudo pensamiento, ser un referente para el  mundo ecuménico, incluyendo la Iglesia Católica Apostólica Romana ya que, por ejemplo, fue observador protestante latinoamericano del Concilio Vaticano II. Pero hay, además, virtudes humanas y cristianas que lo caracterizaron siempre: humildad, amor, espíritu de servicio y una coherencia entre su pensamiento y su acción.

Se me agolpan imágenes en la mente. Mi primer contacto con sus textos ocurrió en la década de los años 1960, cuando mi tío Raúl, que tenía una librería cristiana en calle Corrientes, Buenos Aires, me daba a leer el libro LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DEL CRISTIANO, que incluía un capítulo de José titulado: “Fundamentos teológicos de la responsabilidad social del cristiano”. Era un libro del naciente movimiento ISAL, Iglesia y Sociedad en América Latina. Confieso que ese libro me traía la “teología celestial” a la tierra. Había otra manera de pensar la fe, situada en las realidades terrenas, humanas y temporales.

Después tuve el privilegio de continuar estudios teológicos en Guatemala y allí entré más profundamente en el pensamiento de José por medio de su gran libro: LA FE EN BUSCA DE EFICACIA. Corría el año 1978, pleno auge de la teología de la liberación y su obra me impactó, me ayudó a entender esta nueva teología y, sobre todo, admirar su nivel de reflexión en el capítulo “Hermenéutica, verdad y praxis.”

Recuerdo que cuando volví de Guatemala con mi familia, pude conocer a José en un  encuentro de Asit y le dije: “Yo tuve que ir a Guatemala a leer sus libros”. ¡Claro!  Porque en algunos ambientes, su nombre no era bien aceptado.

El tiempo transcurrió , y el Señor me permitió el privilegio enorme de ser su discípulo, sobre todo para la elaboración de mi tesis doctoral sobre la ética social de los Hermanos Libres en la Argentina, tema que le apasionaba porque, creo, su esposa era de ese origen.

Recuerdo nítidamente las veces que dialogábamos sobre el tema tanto en su casa como en la mía, ya que José tuvo la disposición de visitarme muchas mañanas primaverales para “teologizar” café de por medio.

De sus obras, de su pensamiento y de lo que influyó en mi vida podría, acaso, escribir un libro. Fue José quien me introdujo en la teología de Barth y el compromiso de fe y de acción de Bonhoeffer. Fue José, como escribí dedicándole la primera edición de ¿Para qué sirve la teología?   -que tuvo la gentileza de prologar:- que “me enseñó que la teología es un pensamiento situado.”  Fue José quien más influyó en mi peregrinaje del “eclesiocentrismo teológico” a una teología del Reino. Fue él quien advirtió que “bautizar como cristianas a las utopías concretas que emergen en la búsqueda humana no sólo es ignorar la novedad cualitativa de la consumación de Dios sino también sacralizar –y mucho más serio aún- clericalizar- los proyectos humanos.” (Toward a Christian Political Ethics, p. 92.

José Míguez Bonino. Un cristiano cabal. Un cristiano comprometido. Un hombre transparente.

¡Eterna gratitud maestro José!



Alberto F. Roldán

Ramos Mejía, 30 de junio de 2012

José Míguez Bonino: cristiano cabal y comprometido






Hoy, 30 de junio de 2012 , nos ha dejado el maestro José Míguez Bonino.  En mi humilde opinión, ha sido el más importante teólogo protestante latinoamericano del siglo XX y comienzos del presente. No es este el momento adecuado para intentar demostrar tan arriesgada opinión, pero podría ensayar algunas razones:  su extensa obra publicada, las generaciones de jóvenes teólogos y teólogas que fueron  influidas por su agudo pensamiento, ser un referente para el  mundo ecuménico, incluyendo la Iglesia Católica Apostólica Romana ya que, por ejemplo, fue observador protestante latinoamericano del Concilio Vaticano II. Pero hay, además, virtudes humanas y cristianas que lo caracterizaron siempre: humildad, amor, espíritu de servicio y una coherencia entre su pensamiento y su acción.

Se me agolpan imágenes en la mente. Mi primer contacto con sus textos ocurrió en la década de los años 1960, cuando mi tío Raúl, que tenía una librería cristiana en calle Corrientes, Buenos Aires, me daba a leer el libro LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DEL CRISTIANO, que incluía un capítulo de José titulado: “Fundamentos teológicos de la responsabilidad social del cristiano”. Era un libro del naciente movimiento ISAL, Iglesia y Sociedad en América Latina. Confieso que ese libro me traía la “teología celestial” a la tierra. Había otra manera de pensar la fe, situada en las realidades terrenas, humanas y temporales.

Después tuve el privilegio de continuar estudios teológicos en Guatemala y allí entré más profundamente en el pensamiento de José por medio de su gran libro: LA FE EN BUSCA DE EFICACIA. Corría el año 1978, pleno auge de la teología de la liberación y su obra me impactó, me ayudó a entender esta nueva teología y, sobre todo, admirar su nivel de reflexión en el capítulo “Hermenéutica, verdad y praxis.”

Recuerdo que cuando volví de Guatemala con mi familia, pude conocer a José en un  encuentro de Asit y le dije: “Yo tuve que ir a Guatemala a leer sus libros”. ¡Claro!  Porque en algunos ambientes, su nombre no era bien aceptado.

El tiempo transcurrió , y el Señor me permitió el privilegio enorme de ser su discípulo, sobre todo para la elaboración de mi tesis doctoral sobre la ética social de los Hermanos Libres en la Argentina, tema que le apasionaba porque, creo, su esposa era de ese origen.

Recuerdo nítidamente las veces que dialogábamos sobre el tema tanto en su casa como en la mía, ya que José tuvo la disposición de visitarme muchas mañanas primaverales para “teologizar” café de por medio.

De sus obras, de su pensamiento y de lo que influyó en mi vida podría, acaso, escribir un libro. Fue José quien me introdujo en la teología de Barth y el compromiso de fe y de acción de Bonhoeffer. Fue José, como escribí dedicándole la primera edición de ¿Para qué sirve la teología?   -que tuvo la gentileza de prologar:- que “me enseñó que la teología es un pensamiento situado.”  Fue José quien más influyó en mi peregrinaje del “eclesiocentrismo teológico” a una teología del Reino. Fue él quien advirtió que “bautizar como cristianas a las utopías concretas que emergen en la búsqueda humana no sólo es ignorar la novedad cualitativa de la consumación de Dios sino también sacralizar –y mucho más serio aún- clericalizar- los proyectos humanos.” (Toward a Christian Political Ethics, p. 92.

José Míguez Bonino. Un cristiano cabal. Un cristiano comprometido. Un hombre transparente.

¡Eterna gratitud maestro José!

Alberto F. Roldán

Ramos Mejía, 30 de junio de 2012

Mundo Faulkner: entrada sin salida

El 6 de julio próximo se cumplen 50 años de la muerte de William Faulkner. El gran escritor estadounidense que recibió el premio Nobel de literatura en 1949 y que marcó un estilo de narración tan ponderado por Jorge Luis Borges al punto de considerarlo el más grande narrador del siglo XX. Faulkner fue el artífice de un estilo de narración que influyó, decididamente, en nuestros autores latinoamericanos como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y, sobre todo, Juan Carlos Onetti, el uruguayo que sin ambages, en ocasiones directamente copia al maestro americano. En una enjundiosa nota del día de hoy aparecida en la revista Ñ, Márgara Averbach dice: “Yo entré al mundo Faulkner a los catorce años. Apenas di un paso en ese universo, sentí que jamás podría abandonarlo. Las historias de pueblo chico, la voz barroca, envolvente; los personajes inolvidables, los hechos que rigen todo y jamás se dicen, todo me atrapó de tal manera que seis meses después, me prohibí la lectura durante un año: me había dado cuenta de que esa escritura se había colado en la mía y la dominaba.” Entrar en el mundo Faulkner es ser atrapado por una narración de hechos que suceden en tiempos diferentes y en lugares ficticios como Yoknapatawpha, lugar del cual, no sin humor, Faulkner se declara su “único dueño y propietario”. Entrar en ese mundo es situarse en la maraña interminable de adjetivos que rodean al sustantivo y cuya descripción se torna infinita. Coincido con Averbach cuando al final de su texto se pregunta si tiene sentido no poder salir del mundo faulkneriano: “una vez que se entra en Yoknapatawpha es muy difícil encontrar la salida. Y por otra parte, ¿para qué buscarla si en el fondo uno no quiere irse, si todavía queda demasiado por explorar?”

martes, 26 de junio de 2012

FAIE : a favor de la igualdad y contra la discriminación

Por la igualdad, la ampliación de derechos y contra la discriminación Sobre la Reforma al Código Civil y su significación en el ámbito religioso. Al presentar el proyecto de Reforma al Código Civil y Comercial (RCCC), la Presidenta de la Nación, Dra Cristina Fernández de Kirchner destacó la intención de asegurar la igualdad a todos los habitantes de la Nación, enfatizando: “…el sesgo de la libertad e igualdad que es lo que campea en toda nuestra Constitución …asegurar la libertad y la dignidad de las personas para elegir su forma de vida”. La ampliación de derechos y la lucha contra toda forma de discriminación, son los principios que motivan esta reforma. Como instituciones religiosas y organizaciones civiles claramente comprometidos con la libertad e igualdad, celebramos el camino emprendido, tal como lo hemos expresado al apoyar cada lucha contra la discriminación racial, de género, étnica o los prejuicios sufridos por los pueblos originarios. El establecimiento de diferencias, y menos aun de privilegios, basados en filiación religiosa o creencias, son contrarios tanto a la fe que profesamos como a los principios filosóficos y jurídicos que animan esta reforma legislativa. Consideramos que para avanzar hacia la libertad e igualdad, pilares fundamentales para un Estado Constitucional, Social, Democrático y de Derecho, el presente proyecto de RCCC debe incluir el reconocimiento a la diversidad de las expresiones y comunidades de la fe que alberga nuestro pueblo, a su especificidad y funcionamiento. En esta materia subsisten instituciones discriminatorias creadas por gobiernos de facto, como la Ley de Registro de Cultos (ley 21.745), establecida por la última dictadura cívico-militar, cuya derogación reclamamos. Por otro lado durante el gobierno de Juan Carlos Onganía se introdujo el reconocimiento de la Iglesia Católica como persona pública -que se prolonga en el actual proyecto. Ello genera desigualdad frente a las demás confesiones, credos y creencias, tanto a nivel institucional, como de sus ministros y de sus creyentes, perjudicando a la cuarta parte del pueblo argentino que abraza otras creencias o ninguna1. Coincidimos con nuestra Presidenta Cristina Fernández de Kirchner cuando afirmó que necesitamos “tener instrumentos que les sirvan a todos los hombres y a todas las mujeres cualquiera sea el Dios al que le rece o aún cuando no tenga ningún dios para quien hacerlo.” Si la RCCC busca superar institutos desactualizados, desigualdades injustificables y restricciones a la plena libertad de los ciudadanos, esta es una buena oportunidad para corregir también este asunto. Si la Iglesia Católica deja de ser una persona pública, y debe acogerse a las mismas obligaciones y derechos de las otras entidades religiosas, quedará en evidencia la arbitrariedad que significa imponer a las instituciones religiosas las pautas y criterios que rigen a las asociaciones civiles creadas para otros fines. Sostenemos que deberá buscarse una legislación consensuada adecuada a las funciones y responsabilidades propias de lo religioso. Y ello redundará en beneficio de todas las personas y credos por igual. Nos inspira un espíritu ecuménico y de diálogo que propicia la igualdad de las condiciones de todos los participantes. Las asimetrías jurídicas, los privilegios consentidos por el estado y las diferencias legales afectan claramente la posibilidad de un diálogo que asegure a todos los participantes una plena libertad frente a si mismos, frente a los demás y frente al estado que, imparcialmente, debe contenernos a todos por igual. Federación Argentina de Iglesia Evangélicas 25 de Junio de 2012 1 Datos de la PRIMERA ENCUESTA SOBRE CREENCIAS Y ACTITUDES RELIGIOSAS EN ARGENTINA, accesible en http://www.culto.gov.ar/encuestareligion.pdf

martes, 5 de junio de 2012

Un homenaje al maestro Onetti

Estuvo, como se ha dicho, dos semanas después en el atrio, al final de la misa, ofreciendo con un gesto tímido el ramo de primeras violetas que sostenía contra el pecho; estuvo allí, en el mediodía de un domingo, segregando, sin defenderse, el ridículo, rígido y tranquilo, engordando sin prisa en el interior del abrigo oscuro y entallado, indiferente, sol, abandonándose como una estatua a las miradas, a la intemperie, a los pájaros, a las palabras despectivas que nunca le repetirían en la cara. Esto fue en junio, por San Juan, cuando la hija de Petrus, Angélica Inés, estuvo viviendo unos días en Santa Marta, en cada de unos parientes, cerca de la Colonia. Juan Carlos Onetti, EL ASTILLERO, “La glorieta”, cap. I. Del llamado boom latinoamericano, el uruguayo Juan Carlos Onetti es, quizás, el menos frecuentado. Todos asocian ese boom a los nombres de Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes. Sólo quienes se dedican al oficio de la narrativa latinoamericana saben quien fue Onetti y admiran su obra. Todos ellos, han admitido la fuerte influencia del escritor americano William Faulkner, de quien Jorge L. Borges decía: “Es verosímil la afirmación de que William Faulkner es el primer novelista de nuestro tiempo.” Entre las características “copiadas” de Faulkner por los escritores latinoamericano se destacan la invención de un lugar inexistente geográficamente. Para Faulkner, “Yoknapatawpha”, para García Márquez, “Macondo”, para Onetti “Santa María”. Y, la segunda característica, es que tanto Faulkner como los latinoamericanos escriben desde un lugar de derrota y división: una tierra dividida. Con nuestra pasión intacta por reivindicar a los ignorados de la historia, en este caso literaria, ¡honor al gran maestro uruguayo! Alberto F. Roldán Ramos Mejía, 5 de junio de 2012