martes, 21 de enero de 2014

La cruz de Cristo como locura divina según Paul Tillich









“La sabiduría de este mundo en todas sus formas no puede conocer a Dios, y el poder de este mundo con todos sus medios no puede alcanzar a Dios. Si lo intentan, dan lugar a la idolatría y se revelan en su íntima necedad, que es la necedad de la idolatría. Ningún ser finito puede alcanzar lo infinito sin que sea destruido como fue destruido en la cruz Aquel que representaba el mundo, su sabiduría y su poder. Tal es la locura y la debilidad de la cruz: que ella misma constituye la sabiduría última y la razón por cuya virtud Cristo no es otro portador de la sabiduría y el poder de este mudo, sino que Cristo es de Dios. La cruz hace que Cristo sea Dios. Y gracias a esta locura divina, nosotros logramos la sabiduría de usar lo que es nuestro, la sabiduría del mundo, la filosofía incluso. Si permanece inviolada, esta sabiduría del mundo nos domina. Pero si es violada, se hace nuestra. Y ‘violada’ no significa disminuida, emancipada o sojuzgada, sino que significa despojada de su pretensión ideológica.
            El coraje con que Pablo afirma todo cuanto se nos ha dado, su abertura al mundo, su señorío frente a la vida, tendrían que avergonzarnos a cada uno de nosotros lo mismo que a todas nuestras Iglesias. Porque nosotros tenemos miedo de aceptar lo que nos es dado, nos apartamos neuróticamente de nuestro mundo, intentamos rehuir la vida en lugar de nominarla. No nos comportamos como si todo fuese nuestro. Y las Iglesias hacen lo mismo e incluso menos que nosotros. La razón de tal conducta estriba en que ni nosotros ni nuestras Iglesias sabemos, como lo sabía Pablo, lo que significa ser de Cristo y, por ser de Cristo, ser de Dios.”


Párrafos finales del sermón de Paul Tillich, titulado “Todo es vuestro”, basado en 2 Corintios 1.19-20.  He transcripto estos conceptos del gran teólogo y filósofo luterano, porque me parece que explican muy bien lo que muchas veces no se entiende. Que si bien es cierto, mediante la sabiduría (sophía) el ser humano nunca alcanzará a conocer a Dios, eso no significa que no debemos vincularnos a esa sophia. Recordemos, de paso, que Aristóteles en su Metafísica se refiere justamente a la sophia (¡la misma palabra que usa Pablo!) en el sentido de filo-sophia. ¿Qué nos dice Tillich? Pues que si bien mediante su propia sabiduría el mundo no conoció a Dios, sí lo puede conocer mediante la cruz de Cristo y gracias a esa “locura divina” todo llega a ser nuestro, inclusive, la filosofía. No en el sentido de no reconocer su autonomía y su valor per se, sino en el sentido de poder usarla en nuestra reflexión teológica y, de ese modo, despojarla de su pretensión idolátrica. 

Fotos: cuadro de Salvador Dalí y rostro de Paul Tillich

sábado, 18 de enero de 2014

SER O NO SER – William Faulkner






En un cuarto extraño, para dormir, tienes que vaciarte. Y antes de vaciarte para dormir, ¿qué eres? Y cuando te vacías para dormir, no eres. Y cuando estás lleno de sueño, nunca fuiste. No sé lo que soy. No sé si soy yo o no lo soy. Jewel sabe que es, porque no sabe que él no sabe si es o no. No puede vaciarse para dormir porque no es lo que es y es lo que no es. Más allá de la pared oscura oigo la lluvia dar forma a la carreta que es la nuestra, a la carga que ya no es de los que la cortaron y serraron ni siquiera de los que la compraron y que tampoco es nuestra, aunque yace en nuestra carreta, puesto que sólo el viento y la lluvia le dan forma y sólo para Jewel y para mí, que no estamos dormidos. Y como el sueño es no ser y la lluvia y el viento son fue, la carreta no es. Sin embargo, la carreta es, porque cuando la carreta es fue. Addie Bundren no será. Y Jewel es, con que Addie Bundren tiene que ser. Entonces yo tengo que ser, o no podría vaciarme a mí mismo para dormir en un cuarto extraño. Y así si yo todavía no estoy vacío, es que soy.


Párrafo de la novela de William Faulkner, “Mientras agonizo”, llevada a la pantalla grande por James Franco y filmada en los escenarios donde transcurre la novela: Mississippi. 

miércoles, 15 de enero de 2014

Oración de un desocupado – Juan Gelman







Padre, desde los cielos bájate,
he olvidado las oraciones que me enseñó la abuela;
pobrecita, ella reposa ahora,
no tiene que lavar, limpiar, no tiene
que preocuparse andando el día por la ropa,
no tiene que velar la noche, pena y pena,
rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente.

Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces,
que me muero de hambre en esta esquina,
que no sé de qué sirve haber nacido,
que me miro las manos rechazadas,
que no hay trabajo, no hay,
bájate un poco, contempla
esto que soy, este zapato roto,
esta angustia, este estómago vacío,
esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre
cavándome la carne,
este dormir así,
bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido.

Te digo que no entiendo, Padre, bájate,
tócame el alma
mírame el corazón,
yo no robé, no asesiné, fui niño
y en cambio me golpean y golpean,
te digo que no entiendo Padre, bájate,
si estás, que busco
resignación en mí y no tengo
y voy a agarrarme la rabia y a afilarla
para pegar y voy
a gritar a sangre en cuello,
porque no puedo más, tengo riñones
y soy un hombre,
bájate, ¿qué han hecho
de tu criatura, Padre?
¿un animal furioso
que mastica la piedra de la calle?

Juan Gelman, poeta argentino, fallecido ayer, 14 de enero de 2014 en México DF, donde vivía desde 1976, donde tuvo que radicarse a raíz de la dictadura militar que asoló la Argentina desde ese año. Uno de los más grandes poetas de nuestra lengua castellana, Premio Cervantes en el año 2008. Esta poesía: "Oración de un desocupado" es la primera que leí de su pluma e incluí en mi libro SEÑOR TOTAL, Buenos Aires: Publicaciones Alianza, 1998. 


lunes, 6 de enero de 2014

EL CAMINO DEL TEÓLOGO PROTESTANTE LATINOAMERICANO - José Míguez Bonino







            ¿Qué ocurre cuando un teólogo protestante formado en la teología occidental tradicional comienza a reflexionar y teologizar en la situación concreta de un continente como América Latina, con todas las tendencias revolucionarias y los problemas económicos que existen en los países subdesarrollados? A fin de evitar la artificial superimposición de un esquema teórico al proceso concreto, comenzaremos nuestra reflexión sobre esta pregunta a partir del itinerario habitual de un “candidato a-teólogo” en el protestantismo latinoamericano, para analizar luego las opciones que se le presentan e intentar finalmente una breve síntesis programática.
I.                   El itinerario del “candidato-a-teólogo”: el nacimiento de la conciencia crítica
Una serie de rasgos configura la actitud que el “candidato-a-teólogo” encuentra en su iglesia con respecto a la teología, sea que haya nacido (o se haya convertido) en una congregación de las iglesias libres (metodista, presbiteriana, bautista) o en una comunidad de inmigración (luterana, reformada, anglicana). El trasfondo es en ambos casos una comunidad con escasa vinculación cultural con el ambiente y en el primero con un menguado aprecio por toda actividad intelectual. La teología juega en tal situación una función fundamentalmente apologética, por oposición a una crítica. (…) Así concebida, la teología consiste en un depósito de respuestas, no en una tarea de búsqueda: el ideal del teólogo es dominar el arsenal de respuestas a fin de utilizarlo eficazmente para aquietar dudas o silenciar adversarios. La herencia de fundamentalismo y la ortodoxia protestante se une a la actitud defensiva de una minoría religiosa para fortalecer esta concepción.
            Hacer teología es repetir: se puede acumular material tras las respuestas dadas –erudición- pero fundamentalmente no hay nada nuevo que hacer. Por eso la comunidad protestante no ve razón para que sus pastores continúen el estudio teológico más allá de la preparación del seminario: “ya aprendió todo lo que necesita”. Dos consecuencias se siguen: Por una parte, la teología como sistema de respuestas se constituye en un universo autónomo, un mundo divino, acabado, final, perfectamente articulado internamente, pero incuestionable desde afuera, cerrado sobre sí mismo. Por otra parte, el uso de la Biblia –elemento fundamental al protestantismo misionero latinoamericano- se agota (en el plano teológico) en el descubrimiento y compaginación de dicta probantia, textos aislados que hallan (sic)  su coherencia en un esquema teológico pero que escapan a toda inserción histórica, sea en la propia historia bíblica o en la contemporánea. (…)
            En segundo lugar, su conciencia está marcada por la dicotomía entre su pertenencia a la comunidad de fe y a la comunidad nacional, por la percepción de estos dos ámbitos como mutuamente ajenos (e incluso antagónicos). Cuando el quehacer intelectual se le presenta como una actividad e incluso una forma de vida relevante a ambos ámbitos, no podrá menos que sentir en crisis su ubicación en la comunidad eclesiástica. Ambas formas de conflicto crearán un sentimiento de incomodidad, si no de culpa: sentirse ante la acusación externa e interna de ser estéril (“intelectual”) y claudicante (“sabiduría mundana”).
            La crisis latente se agudiza y manifiesta en el seminario. Asumiremos para nuestra descripción la institución de enseñanza teológica de nivel universitario, más o menos liberal en su actitud, con un cuerpo docente extranjero o formado teológicamente en el extranjero, al día con las discusiones teológicas contemporáneas. (La otra alternativa es el “instituto bíblico”, pero éste difícilmente forma teólogos en el sentido en que empleamos el término aquí, sino que tiende a confirmar la concepción de la teología que hemos descrito en los párrafos anteriores). (…)
            La crisis se hace así a la vez vocacional y personal. Se hizo estudiante de teología para actuar en la comunidad eclesiástica. Pero ésta lo apreciará como ministro sólo en la medida en que logre poner entre paréntesis la nueva relación con su propia fe, con la Biblia, con la iglesia y con el mundo que ha adquirido en los estudios teológicos. (…)
            Este proceso que hemos descrito nos confronta al menos con tres realidades: 1) el doloroso predicamento del teólogo que a lo largo de su itinerario ha hallado una nueva dimensión de sí mismo, ha descubierto una vocación intelectual que se ha re-encontrado con su comunidad natural humana, pero se siente escindido de su raíz religiosa y de su comunidad eclesiástica, espiritualmente incierto y sin hogar. 2) Una comunidad eclesiástica perpleja, cuyos teólogos se le tornan tanto más incomprensibles e irrelevantes cuanto más preparados y capaces. 3) Una teología interiormente en conflicto: poseída de temas y modelos ajenos a la vida cristiana de la comunidad religiosa a la que debe servir en cuanto es crítica y científica, y ajena de rigor intelectual y crítico en cuanto participa de la vida eclesiástica. (…)
Extracto de artículo de José Míguez Bonino, “El camino del teólogo protestante latinoamericano”, Cuadernos de Marcha, Nro. 29, Montevideo: Marcha, setiembre de 1969.

Este artículo lo leíamos los estudiantes del curso de "Teología latinoamericana" que dictaba en 1978 el Dr. Emilio Antonio Núñez, en el Seteca. A pesar del mucho tiempo transcurrido desde que el teólogo metodista argentino lo escribiera, nos parece importante reinsertarlo como material de discusión, para preguntarnos hasta qué punto estas agudas reflexiones son todavía una realidad en la vida de los teólogos y las teólogas de América Latina hoy, en pleno siglo XXI.
Alberto F. Roldán, coautor con David A. Roldán, del libro: José Míguez Bonino: una teología encarnada, Buenos Aires: Sagepe, 2013.

Ramos Mejía, 6 de enero de 2014